Dogma: “Sin clave no hay música cubana”.
¿De que clave se habla?, sonera?, ¿de guaguancó? Se ignora que existen otras claves (campesina, bembé, la de los coros de claves y la de diferentes toques de Orishas, etc.
Cierta culpa recae sobre la musi-cologia cubana, como cuando Carpentier, siguiendo a su vez a Emilio Grenet, escribe en su libro (La música en Cuba)
Se habla de la clave como si fuera una sola.
El mito de la clave única la han impuesto los músicos cubanos establecidos en los Estados Unidos para amedrentar y confundir a los músicos norteamericanos y otros que se aventuraban a nuestros ritmos.
Probablemente fue en sus inicios una medida defensiva frente a la arrogancia discriminatoria de los empresarios yanquis, que se negaban a aceptar que un cubano tocara música de ellos. Ante esta conminación de “zapatero a sus zapatos”, la respuesta cubana parece haber sido “no te metas en mi terreno”.
Para mayor desgracia, hoy los norteamericanos en revistas, posters, etc., escriben clavé con acento.
Para quien conozca la variedad de la polirrítmia afrocubana y sus distintas claves, para distintos toques de tambor, la equiparación de la clave del son (o del guaguancó), con la esencia de nuestra rítmica es sencillamente insostenible.
Desde luego que la clave sonera es imprescindible si lo que intentamos obtener es genuino sabor a son.
El error consiste en desconocer que lo verdaderamente importante en toda música cubana, no es la clave (ninguna), sino la polirrítmia de la cual, la respectiva clave es solo una parte como lo es cualquier voz en un conjunto polifónico.
Precisamente en las agrupaciones de son que consideramos “clásicas”, (como el sexteto), no hay una sola voz, ni un solo instrumento, del que se pueda prescindir, sin afectar la concepción polirrítmica y el discurso melódico-rítmico general, que hace del son, ese milagro de equilibrio y síntesis (euro-afrocubana), que le otorgan su carácter especifico.
En cuanto a los musicólogos norteamericanos y otros divulgadores de la música cubana, si bien a menudo abordan la clave de guaguancó (apenas diferente de la sonera en el mínimo desplazamiento del tercer golpe), se inclinan a privilegiar la clave del son, quizás influidos por su primacía en el fenómeno de la salsa y las polémicas en torno a esta. Y el auge del jazz latino (inicialmente afrocubano), los lleva a veces a la falsa esquematización de considerarlo como una suma de Jazz y de son.
Pero la historia nos prueba que el papel del son fue mínimo en la formación del Latín jazz, pues incluso tomando como referencia principal, la Jazz band de Machito y sus afrocubanos, su propio director incursiono en el son, pero también en la rumba
el mambo y las músicas litúrgicas afrocubanas.
Y Chano Pozo llevo al Jazz elementos de la rumba Columbia y otros de procedencia abakuá. Es sintomático y revelador que el instrumento de percusión protagónico en el jazz afrolatino sea la tumbadora, no el bongo. Por eso hoy resulta evidente que en el jazz afrolatino puede emplearse cualquier clave o no utilizar ninguna.
Tomado del Libro "Otra visión de la Música Cubana” de Leonardo Acosta.